«El efecto Pinocho»
«El que dice la verdad permanece para siempre, pero el mentiroso, solo un instante» (Proverbios 12: 19).

Sé que conoces muy bien los detalles del cuento escrito por el italiano Carlo Collodi entre 1882 y 1883, y supongo que estás al tanto de cuál era el gran problema de Pinocho. Lo recuerdas?
A Pinocho le crecía la nariz cada vez que mentía, y él mismo llegó a admitir que no podía parar de mentir, Como lo era para Pinocho, mentir se ha tornado una práctica muy común en nuestro medio.
Según una encuesta, en los Estados Unidos dos de cada tres jóvenes reconocieron haberles mentido «a sus padres, maestros, o a alguien más en los últimos tres meses». Un sesenta por ciento confesó haber mentido a un amigo en el mismo período de tiempo. Otros dijeron que habían copiado «en alguno de sus exámenes en los últimos tres meses» (Scot McKnight, Sermon on the Mount, p. 110). ¿Te imaginas qué hubiese sucedido si la nariz de estos muchachos les hubiera crecido cada vez que recurrían a la mentira o el engaño!
El hada tenía razón cuando le dijo a la pequeña marioneta que hay dos tipos de mentiras: «Las que tienen piernas cortas y las que tienen nariz larga». En otras palabras, la mentira no llega lejos, siempre acaba descubriéndose; como dice Salomón: dura «Solo un instante». De paso, la nariz puede delatarnos cuando mentimos, puesto que entra en una fase muy activa cada que vez que engañamos. En 2013 los investigadores de psicología experimental de la Universidad de Granada, España, publicaron un estudio en el que demostraban que la «temperatura de la nariz» se eleva cada vez que mentimos. Ellos han denominado esto como «El efecto Pinocho».
Siendo que la mentira acaba siempre descubriéndose, ino crees que es más provechoso que nos comprometamos con decir la verdad? Si, como dice la Biblia «el mentiroso no saldrá bien librado» (Proverbios 19:5), ¿qué sentido tiene que nos expongamos al «efecto Pinocho»!